El reino humano. Su capital es Vallêgrande. Este reino ha sido testigo de grandes reyes como es el caso de su último rey humano, Amadeus Bór. Las ciudades son gobernadas por sus corregidores y corregidoras. Su reina es Bëth.
El reino del eterno conflicto. Conocido como la cuna de los dioses, alberga uno de los bosques más grandes del continente, el Bosque Kôr. Regido en el pasado por los elfos, ahora es un Estado Libre gobernado por los dartáas.
El reino enano. Hermético en el tiempo, posee grandes fuentes de recursos y una sociedad perfectamente equilibrada. Los enanos son recelosos con su reino. Viven bajo la gran cordillera Nievenegra. Regido por Fara.
El reino drífico. Nadie tiene la fuerza y voluntad para enfrentarse a sus feroces guerreras, las drifas. Regido por Kildi. Posee un bosque lleno de misterios, el Bosque del Silencio.
Poco se sabe del Estado Libre archai. Su capital está bajo tierra y es de las de más difícil acceso. El reino del eterno sol. Sus temperaturas son altas, lo que hace una tarea dura vagar por él, sin contar las peligrosas aventuras que alberga.
El antiguo reino élfíco. Desde aquí la reinas de los elfos, Razana, mantiene su vista sobre las tierras que le arrebataron, Erû.
Hogar original de los dartáas. Regido por Noú, uno de los dartáas más sensatos y justos que ha dado la historia.
La isla de los haris, la raza ancestral que ha estado conectada a los dragones. El volcán en su centro mantiene la llama que da vida a aquellas majestuosas criaturas. Ahora no es más que una isla fantasma desde que los haris abandonaron sus tierras con Bëth para conquistar el continente.
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