El reino humano. Su capital es Vallêgrande. Este reino ha sido testigo de grandes reyes como es el caso de su último rey humano, Amadeus Bór. Las ciudades son gobernadas por sus corregidores y corregidoras. Su reina es Bëth.
El reino del eterno conflicto. Conocido como la cuna de los dioses, alberga uno de los bosques más grandes del continente, el Bosque Kôr. Regido en el pasado por los elfos, ahora es un Estado Libre gobernado por los dartáas.
El reino enano. Hermético en el tiempo, posee grandes fuentes de recursos y una sociedad perfectamente equilibrada. Los enanos son recelosos con su reino. Viven bajo la gran cordillera Nievenegra. Regido por Fara.
El reino drífico. Nadie tiene la fuerza y voluntad para enfrentarse a sus feroces guerreras, las drifas. Regido por Kildi. Posee un bosque lleno de misterios, el Bosque del Silencio.
Poco se sabe del Estado Libre archai. Su capital está bajo tierra y es de las de más difícil acceso. El reino del eterno sol. Sus temperaturas son altas, lo que hace una tarea dura vagar por él, sin contar las peligrosas aventuras que alberga.
El antiguo reino élfíco. Desde aquí la reinas de los elfos, Razana, mantiene su vista sobre las tierras que le arrebataron, Erû.
Hogar original de los dartáas. Regido por Noú, uno de los dartáas más sensatos y justos que ha dado la historia.
La isla de los haris, la raza ancestral que ha estado conectada a los dragones. El volcán en su centro mantiene la llama que da vida a aquellas majestuosas criaturas. Ahora no es más que una isla fantasma desde que los haris abandonaron sus tierras con Bëth para conquistar el continente.
Capital de Cyêna, el reino humano. La sociedad cyênita vive dentro de la gran muralla blanca que se extiende al este del reino. La ciudad está rodeada por el místico Bosque Rosagrís. El trono le fue arrebatado a los humanos por la hari Bëth Lagesa. La tradición decía que el que ocupara el trono de Vallêgrande debía ser el vigilante y protector de los cinco reinos de Nâgar.
Asentamiento al sur de Vallêgrande. Se levantaba en un risco negro y por él pasaba el Río Amanecer. En este pueblo se escondió la rebelde Melinda Bór cuando Bëth Lagesa puso precio a su cabeza. Aún cuelga el número ocho en la casa que ella habitó.
Es la ciudad más al sur de Cyêna. Se acerca a la frontera con Erû.
La ciudad de Ocaî está envuelta en muchos misterios. La magia siempre la ha rodeado. Cerca de ella están las Fallas de Ocaî, un lugar de poder para los magos y brujas. Ahora la ciudad se ha convertido en una prisión para los traidores a la actual reina Bëth Lagesa.
Está ciudad humanas guarda una especial relación con los enanos. Su historia se entrelaza en muchos puntos.
Monteral, la ciudad que ha visto surgir a la mayoria de los capitanes de la guardia real y la actual guardia terrestre de la reina Bëth Lagesa. Ciudad de hérores.
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La capital del reino de Erû se levanta sobre una gran colina. Como todas las ciudades de Nâgar, su población vive dentro de las murallas, aunque hay asentamientos externos. Tras la toma del reino por los dartáas rebeldes de Puertocondenado, la arquitectura cambió por completo. El robusto castillo dartáano de Iglaî vigila las costas de cualquier invasión élfica. El concejo dartáano gobierna la ciudad.
El pequeño pueblo oculto entre el Bosque Kôr y la falda de la cordillera Nievenegra. Este asentamiento le da abrigo a los exiliados y refugiados de la Rebelión Roja. Entre sus habitantes destacan cinco en particular que le darán vida a la historia de Nâgar.
La ciudad erûriada ubicada donde el Río Nares se divide en tres. La ciudad en prácticamente impenetrable. El Río Nares y el afluente, el Río Garganta, crean una barrera que impide cualquier asedio a través de sus muros. Los elfos, cuando poseían estas tierras, crearon un foso frente al mismo para completar la defensa de la ciudad.
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La hermosa capital de Êger. La arena rojiza de sus costas, las extensas hectáreas de hierbas y árboles de su terreno son las principales características del reino. La ciudad estaba rodeada por completo por una arboleda y cerca de ella el mítico Bosque del Silencio. Las cúpulas verdes y cubiertas de enredaderas del castillo sobresalían en la ciudad drífica. Desde la silla-nido reina Kildi Grun.
Frente a la Bahía de la Doncella, con el mismo color que el nombre de la majestuosa ciudad, se levanta otra ciudad drífica. Ellas vigilan el Bosque Barda y las costas con Erû y la frontera con Sîgurd.
La pequeña ciudad portuaria de Êger recibe todo el comercio del reino y de allí se hace la distribución con el resto.
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Bajo las infinitas extensiones de arena del desierto de Sîgurd, se encuentra la capital archaisa del reino. Con las entradas a la ciudad prácticamente ocultas y con un avanzado mecanismo para mantener la temperatura y la luz adentro, la ciudad de Âbbir se establecía como una maravilla del urbanismo. Caminar por sus calles podría llegar a ser desconcertante debido a que uno podía ver su reflejo en cada pared de la ciudad.
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La capital dartáana. Desde la fortaleza gris, a pie de la negra muralla, gobierna el rey Noú. La ciudad está completamente protegida y preparada para la guerra.
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